Opinión

La leona entre cristales

Una mujer llamada Janis visitó por sorpresa a su hija en la mañana del 22 de julio de 2011. Ella dormía ebria entre botellas vacías y cristales de otras de vino blanco ya rotas. La despertó, bebieron té y vieron fotos familiares. Al irse, su hija le dijo "Mamá, te quiero". Horas después, la joven, de 27 años, falleció. Janis vio así por última vez a su hija, Amy Winehouse (Londres, 1983-2011).
Amy Winehouse. EP
photo_camera Amy Winehouse. EP

El prematuro fallecimiento de la cantante y compositora Amy Winehouse paralizó el mundo. En cierto modo, que se callase en seco una de las voces más importantes del siglo XXI guardaba relación con todos. El paradigma de Winehouse es que parece haber estado siempre entre nosotros y permanecer todavía. Todo su trayecto estelar ocupa menos de 8 años. Legó dos discos en vida y poco más de 50 canciones grabadas, pero logra pervivir en la memoria y en las conversaciones. Y, pese a todo, es difícil entender quién era ella, antes, durante y en el breve después de su ascenso.

Amy Winehouse era cockney, es decir, una habitante de los bajos fondos del East End londinense, nacida además en el seno de una familia de tradición judía. Es reconocido que una persona es cockney si nace y se cría en la zona en la que se oyen las campanas de Bow. Las escuchaba con tanta frecuencia como a las bandas de jazz de los 60, la de sus propios tíos maternos y a su padre cantar a Frank Sinatra en el coche.

Ser cockney supone más que pertenecer a un barrio. Esta marca explica clase, trayectoria vital, un acento único y desprestigiado, experiencias y proximidad a problemas, por lo que implica también carácter, musicalidad y sentimientos complejos. Todo ello cabía en Amy. Su padre era taxista y su madre despachaba en una farmacia, aunque el progenitor fue una figura ausente y en él comenzó el problema de la cantante con los hombres. Su padre era infiel a su madre con frecuencia e intensidad, de manera descarada y a sabiendas de sus hijos. Todo ello derivó en un amistoso divorcio cuando Amy sumaba 9 años.

Ambos adultos perdieron el control sobre su hija porque poseía un carácter imponente que alternaba con una dulzura engatusadora. Era rebelde y reclamaba siempre espectadores, por lo que no resultaba raro que sus padres la mandasen callar. La única figura capaz de domar su energía fue su abuela, Cynthia, que comprendió el carácter artístico de su nieta. Por ello, la apuntó a clases de teatro.

Realmente, su vocación quedó patente desde que comenzó a hablar. Sus padres sencillamente la ignoraron. Desde pequeña, la cantante garabateó decenas de cuadernos con ideas, conceptos y poemas. Siempre llevaba uno encima y aquello mosqueaba a sus padres. Sabían que escribía hasta la madrugada, aunque no lo comprendían. En fechas especiales, Amy abría una de sus libretas y leía un poema. E incluso durante grandes peleas a gritos, Winehouse ponía en pausa la discusión para redactar algo que había sido dicho y merecía ser recordado.

La cantante rogó a sus padres que la retirasen de la educación judía porque odiaba sus escuelas y su temario, lo que supuso una decisión difícil de respetar. De hecho, solo acudía a la sinagoga en Yom Kippur por respeto a su familia. Los profesores destacaban su brillantez y la velocidad de su pensamiento, aunque era inquieta. La calma solo llegaba para ella frente a la televisión, las películas, los libros y, con mucha diferencia, la música. Ya en el instituto, sufrió varios episodios de acoso y su aspecto físico y su peso se convirtieron en un asunto obsesivo.

A los 15 años, compró su primera guitarra con ayuda de su novio de la adolescencia. Aprendió a tocar y en cuestión de semanas componía sus propias canciones. Abandonó la escuela y se mudó con su novio. Para sobrevivir, se dedicó a realizar piezas de periodismo musical y para sobrellevar su situación, se volcó en la música. Con 17 años, se convirtió en la vocalista de uno de los coros jóvenes más importantes de Londres, pero su carácter encajaba poco con el de este tipo de agrupaciones. Toda la vorágine que suponía su vida entonces llevó a que su mejor amigo grabase una demo de Amy cantando y la enviase a un agente musical para que la descubriese.

Consiguió así introducirse en el mundillo. Mantuvieron su talento como un secreto discográfico y la dejaban cantar en clubs de jazz por 250 libras a la semana. Tras meses grabando canciones y moviéndolas por grandes sellos, firma con Island, una discográfica ya icónica por su capacidad para descubrir nuevos talentos.

Amy viajó a Miami para conocer a sus productores y, en cierto modo, saber cómo funcionaba la industria. Ella cantaba en casa y en el coche siempre que sus padres no la mandasen callar. Todo resultaba nuevo. Sin embargo, el sello se encontró con un talento que sus profesionales describen todavía como inigualable. El debut de Amy Winehouse pudo grabarse en meses porque ella era incapaz de desafinar y las canciones servían desde la primera grabación. Además, sus dotes de escritura mostraban una mente capaz de sacar canciones en menos de una hora.

En 2004, Frank salió al mercado y supuso su irrupción en el panorama musical. Homenajeó a Sinatra y a su padre en el título, pero a toda su vida en el sonido. Todos los ritmos de jazz que componen este debut dirigen a los años 60, las bandas de chicas cantando al unísono y otra época. Parecía una resurrección de Motown, pero con acento cockney. La crítica se rendía ante un talento que sirvió para revivir un estilo desplazado de radios y tendencias. Amy Winehouse pasó de cantar para sus padres a ganar el Ivor Novello, ser nominada al Mercury Prize y encabezar el festival Glastonbury. Todo ello con poco más de 20 años.

Su situación cambió por completo. Se compró una casa en Camden, el icónico barrio londinense que fue su propio feudo y en aquella época era el lugar más bohemio de Europa. Comenzó a salir mucho de noche y a beber para matar la soledad. Era frecuente que terminase los días rodeada de botellas en su casa mientras escuchaba a The Shangri-Las, una de sus bandas favoritas. Entre Pete Doherty, amante de Kate Moss, y Blake Fielder Civil, su gran amor, consiguieron que la cantante se introdujera en un mundo de alcohol y drogas en los locales menos recomendables de Camden.

Su relación con Blake pasó a ocupar el centro de su vida y su rutina. Amy bebía cada día y pasaba grandes temporadas con episodios de bulimia o anorexia. Las noches de locura y fiesta se enganchaban con violentas discusiones. Su representante advirtió a la familia de lo que ocurría y entre todos intentaron brindar ayuda a la cantante, que se negó solucionar sus problemas. En aquel momento, las únicas noticias que se publicaban sobre Amy Winehouse eran críticas positivas o dudas que otras discográficas sembraban sobre su autenticidad.

En 2006, su sello la puso de nuevo en un estudio junto a Mark Ronson, figura clave en su carrera. El productor y la cantante sacaron el segundo disco de la carrera de Amy en cinco meses, otra cifra récord. Winehouse había cambiado muchísimo, sin embargo. Su rostro estaba demacrado y vestía ropa de seis tallas menos que en 2003. Su talento se mantenía intacto y desprendía algo magnético, como solo lo decadente o destructivo hace.

Decidió transformar su estética y adoptó una nueva imagen más acorde al cambio de su sonido. Su ropa pasó a mostrar mucha piel, marcada con multitud de tatuajes, y en lo alto de su cabeza se instaló un moño de estilo colmena. En general, había combinado la estética cockney con otra más parecida a la de los barrios más populares de La Habana.

A finales de 2006, Back to Black salió al mercado y el éxito resulta difícil de trasladar a palabras. Fue el disco más laureado del año en premios y ventas, estatus que mantiene al acumular 20 millones de copias vendidas. La crítica lo considera uno de los álbumes trascendentales del siglo XXI y supuso la puerta de entrada a nuevos artistas como Adele, Paloma Faith o Duffy.

La cantante tenía 23 años y todo se volvió imposible de manejar. Las adicciones de Amy aumentaron y se expandieron, especialmente con la heroína. La prensa se dedicó a divulgar todos los detalles de su vida y comprometidas imágenes de Winehouse, muchas en estados que faltaban a su honor. Sin embargo, ella misma salía cada noche a cantar ebria y drogada. 

Ayudarla era una tarea casi imposible. Una de sus canciones más conocidas y que escribió en 30 minutos, Rehab,  trata sobre su negativa ante la súplica de sus familiares de internarse en un centro de desintoxicación.

El notable deterioro de Amy Winehouse marcó sus últimos años de vida mientras que su estrella parecía no consumirse. Intentó abandonar sus adicciones, salvo el alcohol, y por culpa de fracasar en ello no pudo viajar a Estados Unidos para la gala de los premios Grammy en 2008, en la cual se llevó 5 galardones. Hizo historia con 25 años al otro lado del océano y pidió un aplauso por Blake, su nocivo novio que pasaba una temporada en prisión por agresión física.

Los escándalos provocaron cansancio a su sello, que se vio obligado a devolver grandes cantidades de dinero. La familia pasó a ser centro de las críticas y el padre de Winehouse se convirtió en una figura divisoria al describirse como un aprovechado, a la que justificó en sus adicciones para que no parase de ganar dinero.

El terremoto de aquellos años derivó en serios y precoces problemas de salud que alejaron a Amy Winehouse de los focos y escenarios. Durante un retiro en una isla para desintoxicarse, parecía haber encontrado la paz. Después de años, se divorció de Blake y de las drogas, excepto del alcohol. Tenía ganas de trabajar en su tercer disco y pensaba en tener familia, incluso había hallado un amor correcto junto a un director de documentales. Además, montó su propia discográfica, Lioness (Leona), en la que publicaría bajo sus propios valores.

En junio de 2011, volvió a los escenarios. Fue en Belgrado y el fantasma de recuperación desapareció ante una muchedumbre que profirió todo tipo de insultos a la cantante, completamente ebria y con la mirada perdida, incapaz de cantar. Su agenda fue cancelada.

Un mes después, Amy recibió la visita de la doctora en su propia casa y esta dejó constancia de que se encontraba bien, sin tendencias suicidas y con planes de futuro. Aquella noche, Winehouse comenzó a beber temprano y su guardaespaldas dejó la casa a medianoche. En algún momento envió un mensaje extraño a un amigo: "Estaré aquí para siempre. ¿Y tú?". Al día siguiente, la encontraron muerta entre las sábanas.

Meses atrás, Amy Winehouse había grabado con Tony Bennett el tema Body and Soul. Un icono de los años 60 la reconocía como igual. Su publicación y la de un disco póstumo, con una destacada versión de Will you still love me tomorrow? (¿Me seguirás amando mañana?), alargaron su sombra de leyenda. Amy Winehouse no se engañó en el SMS que escribió a su amigo antes de morir.

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