Opinión

El multitudiario donnadie

Durante la Segunda Guerra Mundial, una madre dejó escritas 250 cartas que debían enviarse a su hijo, ubicado en el frente, por un diagnóstico letal. Las misivas llegaron en periodos desde la caja fuerte que las guardaba y el joven no descubrió que su madre había fallecido hasta su regreso. Esta fue una de las mentiras que agrandaron el legado del escritor Romain Gary (Lituania, 1914-1980).
Roman Gary. WIKIPEDIA
photo_camera Roman Gary. WIKIPEDIA

Resulta de notable dificultad encontrar la verdad en la vida narrada por un fabulador, que no mentiroso, como fue Romain Gary. Ni siquiera su nombre se mantuvo intacto a lo largo de las décadas. Aunque su nombre no es promulgado como otros compañeros de generación, Gary es uno de los novelistas franceses más originales y elevados del siglo pasado y el único escritor que ha ganado dos veces el premio Goncourt. Su voluntad incansable de notoriedad no respondía a sus propios intereses. Él fue la culminación de la grandeza soñada por una madre y un niño quebrados por sus circunstancias.

Romain Gary le debe todo a Francia y el idioma francés, incluso el pseudónimo por el que lo conocemos. Nacido como Roman Kacew en Vilna, todavía como parte del antiguo Imperio Ruso, su condición como judío ruso lo aisló de su futuro país, Lituania, al no saber hablar el idioma de su pueblo. Gary se crió en ruso y yídish en un familia asentada y de cierta prosperidad económica, con aspiraciones de cambio de clase a una hidalguía casi extinta al borde de la revolución proletaria. Por las muchas identidades que de forma natural se congregaban y superponían en su casa, la familia decide mudarse a Polonia tras un episodio de breve deportación del padre a Moscú.

La madre de Gary es una pieza fundamental en la vida de su hijo no por su rol natural, sino porque construye y proyecta a futuro todo lo que su pequeño ha de ser. Quizás sacudida mentalmente por todos los eventos históricos que atravesaron su vida y alterada por su trabajo como actriz de teatro, Mina, que así se llamaba la mujer, generó un aura de nobleza y misticismo alrededor de su hijo. Solía comentarle que descendían de familias importantes y de porte, que habían sido despojados, que la obligación del joven era crear un legado histórico.

Mina se separó de su marido cuando Gary era un niño y todos residían en Varsovia. Pronto sembró en su hijo la duda sobre su verdadero padre y lo vinculó con Ivan Mosjoukine, el más célebre actor del cine mudo ruso. Las fantasías, desde entonces, no se detendrían y adoptarían formas tan crueles como reales, hasta el punto de no poder distinguirse acto real de actuación dramática. En Polonia, Gary mostró signos de gran inteligencia al aprender rápidamente el idioma local y destacar en la academia en disciplinas como violín, esgrima, danza, literatura y tiro con pistola.

Con 14 años emigran de manera ilegal a Niza, aunque Romain Gary cree entonces que lo hacen con un visado por obra en diseño de moda, ya que su madre se había lucrado en Polonia como falsificadora de sombreros parisinos. De nuevo, el idioma no supuso una barrera para él.

Mina se convierte en administradora de hotel y atrás deja la vida de reventa de joyas y vajilla rusa bajo la premisa de haber pertenecido a príncipes de su país. Su hijo, mientras tanto, ya da signos de soberbias capacidades. Había comenzado a responder por Romain Gary años atrás por indicación de su madre, obsesionada con que nadie de apellido ruso podría triunfar en Francia, y ahora firmaba artículos en Gringoire, un semanario político-literario que había galardonado un relato de su autoría durante el bachillerato. Llegó a ganar más de 1.000 francos de entonces (100 euros actuales) por página y cesó su colaboración cuando la línea editorial se tornó abiertamente nazi. "De ese pan no como yo", sentenció.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, toda expectativa de un Gary estudiante de Derecho en Aix-en-Provence y París y una madre ansiosa de ascenso quedó truncada. La identidad extranjera y judía de Gary impidió que fuese introducido en el ejército como oficial y, en su lugar, se convirtió en piloto de avión de las fuerzas armadas galas luego de formarse para ello. En 1940, ya operaba como sargento. Seguidor incansable del general De Gaulle, el escritor salió victorioso de más 25 batallas, aunque la experiencia de la guerra lo marcó para siempre.

La rendición del mariscal Petain pilló a Gary en África, en donde vivió largo tiempo y siguió las huellas de su país de adopción en el norte del continente. Mientras que él y algunos de sus soldados buscaban el modo de llegar a Inglaterra desde Casablanca, su padre y parientes lituanos fallecían en Auschwitz "convertidos en jabón", según explicó el propio autor. Su madre, aquejada de cáncer, perecía en el apartamento donde tantos negocios había emprendido, sin haber dejado las cartas que luego Gary inventaría. A su regreso, no había nadie esperando.

"En 1942 fallé al tirar sobre un submarino italiano en el Mediterráneo. Quizá salvé así un poema, una canción o una carta de amor. Es posible que aquel fallo represente lo mejor que haya hecho en mi vida", escribió Gary en 1980, pocos días antes de morir, recordando aquellos días en los que casi fallece por fiebre tifoidea al verse obligado a beber de ríos y comer cazando en bosques luchando por liberar África de los italianos.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Gary sacó como recompensa un matrimonio con la escritora y editora de Vogue, Lesley Blanch, y dos reconocimientos que lo convirtieron en uno de los pocos Compañeros de la Liberación: Croix de Guerre y Légion d'Honneur. Debido a su capacidad para hablar 6 idiomas fluidamente y un servicio innegable a Francia, Romain Gary se incorpora al servicio diplomático francés, primero en Bulgaria y luego en Suiza. Como diplomático, el escritor era frecuentemente llamado al orden por su bajo rendimiento. En concreto, Gary podía pasar semanas sin entregar informes de ningún tipo.

Finalmente, en 1945 llegó ‘Educación europea’, el debut literario de Romain Gary y considerada una de las mejores novelas sobre la liberación francesa y La Résistance. El público y la crítica se rindió a los pies de un autor cargado de personalidad e historia vital, cuya trayectoria se expandió en más de 30 novelas llenas de humor, preciosismo, matices y querencia hacia las historias invisibilizadas en los grandes contextos. Los ejemplares comenzaron a contarse por miles en las ventas y su perfil público, imparable. Pronto llegaron Tulipe (1949) o Los colores del día (1952). En paralelo, su carrera diplomática avanza incesante hasta convertirse en representante de Francia en las Naciones Unidas en Nueva York y, posteriormente, cónsul general de Francia en Los Ángeles, es decir, el rostro del país en Hollywood.

Aquellos tiempos vieron llegar Las raíces del cielo (1956), la novela con la que Romain Gary ganó el premio Goncourt al narrar la amenaza de extinción del elefante en África con una adelanta visión ecologista y sirviendo como metáfora de la guerra de Argelia. Las letras francesas se rendían de nuevo no solo a un talento, sino a una conciencia que desafiaba a cierta clase intelectual dominante.

A medida que el perfil público de Romain Gary, más típico de una estrella del rock que de un escritor, comenzaba a resultar insoportable para los críticos, su literatura pasó a ser percibida como asentada y carente del carácter de sus inicios. Albert Camus y André Malraux se mantuvieron fieles como sus amigos, y Jean Paul Sartre terminó de condenarlo al poner en duda la trascendencia de su obra, llevándose consigo el apoyo del público. En este cambio de paradigma, en el cual nunca perdió la confianza de sus editores, Gary solo pudo resignarse y continuar.

Rompió su matrimonio para casarse con Jean Seberg, musa de la Nouvelle Vague que se encontraba en Los Ángeles para dar el salto, y así logró disparar aún más su fama. En 1960, Romain Gary relató su propia vida en la novela de autoficción La promesa del alba, en la que se mostraba más humano y en añicos que nunca, situando además a su madre como pieza clave de su trayectoria. Sin embargo, Mina solo llegó a verlo ganar un torneo de ping-pong, lo que atormentaba al escritor.

Aunque Jonh Huston o Costa-Gavras llevaban sus textos a la pantalla y se mantenía en plena forma, Romain Gary se daba por sentado como un éxito al que casi abatir. Los titulares daban fe de sus amoríos y aventuras, los de su nueva esposa con uno de los líderes de los Panteras Negras, a los que financiaba, y la llegada de su hijo Diego.

Destaca el episodio en el que Gary retó a un duelo a Clint Eastwood, que mantuvo un romance con Jean Seberg durante un rodaje juntos. Eastwood, todavía joven y solo pistolero de western, rechazó el duelo. Gary, entonces, contó la historia a cada periodista que pudo.

En un giro de guion perfecto, planeó su renacer y, de paso, poner a la crítica en evidencia. Tras años de desprecio, ideó una estrategia que resumió en una declaración: "Estaba profundamente tocado por la más vieja tentación del hombre: la multiplicidad de Prometeo". Así, el escritor se convirtió en Émile Ajar. Este no fue el primer pseudónimo de Romain Gary, pues ya había publicado como Fosco Sinibaldi, Shatan Bogat o su nombre lituano, pero sí fue el único que se tomó en serio.

Así, Gary se reinventó y para ello convenció a un amigo para que enviase a su editorial el manuscrito de un supuesto joven bohemio que vivía huido en Río de Janeiro. La novela Gras-Côlin llega al mercado y recibe un éxito notable, al tiempo que todo el mundo se lanza a investigar sobre la identidad de Émile Ajar. Las críticas auparon a un talento al alza hasta el punto osado de recomendar a Gary que tomase nota de Ajar.

Reconciliado con el éxito, el escritor decide publicar una segunda novela bajo pseudónimo, La vida por delante (1975), y todo se revoluciona. El libro vende miles de ejemplares, hasta el punto de ser una de las novelas francesas más vendidas del siglo XX, y Émile Ajar se alza con el premio Goncourt, es decir, Romain Gary consigue por segunda vez un galardón que solo puede obtenerse una. Para todo ello, el escritor subió la apuesta y contrató a un sobrino para que se hiciera pasar por su pseudónimo. El joven se llevó el 40% de las ganancias, ofrecía entrevistas y presentaba libros en todo el mundo, especialmente tras la adaptación al cine que se alzó con el premio Oscar.

A finales de los años 70, la vida de Gary se dividía en un éxito que no podía disfrutar, una vida oficial despreciada y un caos personal, en especial con Jean Seberg. El FBI no había cesado en sus ataques por el apoyo a los Panteras Negras. De hecho, tras dar a luz a un segundo hijo muerto, Seberg expuso el cadáver en un féretro de cristal para que pudiesen comprobar que no era hijo de un líder negro de la organización que financiaba, como decía la prensa.

Completamente devastada, tras varios intentos de suicidio, como tirarse a las vías del metro, Jean Seberg fue hallada sin vida en su coche aparcado en París en 1979. Su marido declaró a los pocos días que la culpa recaía sobre el FBI y, sorprendentemente, la institución reconoció la culpa y la campaña de difamación.

Al año siguiente, el 2 de diciembre de 1980, Romain Gary terminó de comer con su editor y se retiró a su casa en la Rue du Bac. Bajó las persianas. Buscó su revólver Smith & Wesson, y se recostó sobre la cama cubierta con toallas rojas. Introdujo el cañón en la boca y se disparó. Junto al cuerpo, encontraron una nota para su editor: "Nada que ver con Jean Seberg. Se ruega a los fervientes del corazón roto dirigirse a otra parte. Al fin me he expresado por completo". Antes de suicidarse, Romain Gary había dado instrucciones sobre cómo publicar su próxima novela Vida y muerte de Émile Ajar. Su sobrino había confesado. Gary había preparado este último libro para asegurarse que la historia dominante fuese la suya. Gary cerraba la narración con su media sonrisa herida: "Lo pasé muy bien. Adiós y gracias".

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