Manos tendidas en el hemiciclo

La votación como presidente de Alfonso Rueda culminó sin sobresaltos pese al ‘no’, por error, del parlamentario popular Rubén Lorenzo
Alfonso Rueda y Ana Pontón se tienden la mano tras la votación de la investidura. ÁLVARO BALLESTEROS (E.PRESS)
photo_camera Alfonso Rueda y Ana Pontón se tienden la mano tras la votación de la investidura. ÁLVARO BALLESTEROS (E.PRESS)

¿Quién recoge las manos tendidas? ¿Quedan ahí, flácidas, como calcetines tras una colada largamente olvidada? Mi tío Antonio, bromista por naturaleza, solía tenderme la mano de niño y, cuando se la iba a estrechar, la retiraba raudo y astuto para atusarse el pelo de las sienes. A mí me incordiaba bastante. La vieja broma. Imagino que los dirigentes políticos de Galicia han pasado por una experiencia similar y, por eso, nunca destienden las manos como las que, ayer, se tendieron los unos a los otros una vez más. 

¿Dónde queda el país de los pactos de país? ¿Sabe llegar Google Maps evitando ese peaje de la AP-9 que no cesa? Alfonso Rueda ya tiene el volante del autobús –recogido seminuevo tras dos años de rodaje– y la última palabra sobre los mapas que le trasladaron los portavoces de la oposición, que proponen compartir viaje a destinos de interés general como la vivienda, la sanidad o la energía

Los mapas son importantes. "¡Aquí falta el Minotauro!", bromeaba Armando Ojea, el parlamentario de Democracia Ourensana, mientras trataba de orientarse por el Pazo do Hórreo. Aún en fase de adaptación a los usos y costumbres del Legislativo, inauguró la sesión con cierto estilo informal, recurriendo incluso a frases en italiano. Y eso por no querer abusar de poliglotismo –por lo visto maneja doce idiomas–. Estuvo arropado desde la tribuna de invitados –mucho más variopinta que la del martes– por el diputado provincial Rafa Reporter Martínez Cachafeiro y el alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, que no dudó en exclamar un "¡bravo!" al término de su intervención, lo que le valió el aviso del presidente de la Cámara. "Pódome aplaudir a min mesmo?", preguntó Ojea. "Non é o normal... eu creo que quedaches xa ben así", replicó, comprensivo, Miguel Santalices. Ser el único miembro del grupo mixto menos mixto posible tiene inconvenientes, entre ellos no tener quien puntúe la perorata con aplausos. 

Ojea arrancó parafraseando a Francisco Umbral al proclamar que acude al Parlamento a ‘hablar de su libro’, que es Ourense –aunque hasta dejó una alusión al Belén de Begonte, ojo–. Abrir el discurso, enfrentándose a la página en blanco, es complicado. Ana Pontón optó por Mandela. Alberto Pazos Couñago, por Fray Luis de León. "Eu creo no meu país", arrancó por su parte José Ramón Gómez Besteiro, una frase casi idéntica a aquel "yo creo en América" con el que Amerigo Bonasera daba inicio a El Padrino, rogando venganza a Don Corleone por la paliza que le habían propinado a su hija. 

Bonasera era dueño de una funeraria, lo que hila con el tono que, según algunos reporteros, empleó el socialista en su exposición. Sereno y presidencial, según otros. Incluso llamó la atención el escaso rebumbio que despertó su intervención en la bancada popular, a diferencia de la de Pontón. Nada comparable, en todo caso, al que dejó tras de sí la sarcástica teatralidad de Pazos Couñago. 

Más fugaz, pero todavía más notoria, fue la participación de otro popular, Rubén Lorenzo, quien se atrevió a votar no a Rueda. Eso sí, se corrigió de inmediato. Y a continuación ya vinieron las manos deportivamente tendidas al renovado presidente de la Xunta.

Comentarios