"Cámbiache moito a vida. Levo o ordeño eu soa, teño tardes libres e non madrugo"

A sus 27 años, Laura Rodríguez lleva las riendas de Ganadería Arixón, en Santa Comba, con la ayuda de sus padres. Esta joven puede compatibilizar la granja con un trabajo de camarera.

Laura, junto al robot de ordeño en su granja en Santa Comba. AGN
photo_camera Laura, junto al robot de ordeño en su granja en Santa Comba. AGN

Laura comenzó a ordeñar vacas con 12 años y desde los 16 lo hace cada día. Ahora tiene 27 y lleva las riendas de una explotación láctea ubicada en el concello coruñés de Santa Comba con la ayuda de sus padres. Su decisión de continuar con la granja familiar los llevó a levantar unas instalaciones totalmente nuevas, algo poco común hoy en día por la inversión que requiere. En sus planes iniciales estaba instalar una sala de ordeño, pero en una visita a otra explotación le metieron el gusanillo del robot. "En canto cheguei á casa, comenteillo a meu pai. Pensei que me diría que non, pero empezou a buscar en Google". Y, al final, fue un sí. 

Con 66 vacas en ordeño, Ganadería Arixón cuenta con un robot que se ha convertido en uno de los principales activos de la granja. Un trabajo que antes requería de la participación de dos o tres personas lo puede hacer ahora solo una, Laura. Su madre, operada del túnel carpiano, no ha vuelto a ordeñar y su padre se centra en otras tareas agrícolas fuera de la explotación.

"Cámbiache moito a vida", cuenta esta joven, a la que la automatización del ordeño le permite compatibilizar dos trabajos: ganadera y camarera. Antes le resultaba impensable tener una tarde completa libre; ahora los fines de semana puede colgar la ropa de trabajo al mediodía. La flexibilidad también tiene otra ventaja: "desde que teño o robot non madrugo", dice sonriente.

Más allá de la comodidad y la mayor calidad de vida, Laura valora toda la información que le aporta el sistema para una mejor gestión. "Antes había celos que non vías e as vacas quedaban sen preñar", pone como ejemplo.

Las reses, monitorizadas con un collar a modo de ‘smartwarch’, acceden al robot de ordeño cuando quieren. El sistema les da la ración de comida que les corresponde, limpia la ubre y la estimula para que el animal libere oxitocina y salga la leche e inicia la extracción. Aparta los primeros chorros para analizar que todo esté bien (que no haya presencia de medicamento, por ejemplo). Durante el proceso, recaba diversa información que el ganadero puede consultar en una pantalla y a través de su móvil. Si algo está fuera de lo normal, envía una notificación o alerta.

Puede ser que alguna vaca no entre al robot y Laura tenga que acercarla, pero es prácticamente la única intervención humana que requiere el ordeño con robot en esta granja, en la que no se arrepienten de la inversión.
 

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