Alfonso Llano: "A mis 106 años hice casi de todo, desde ser albañil a mecánico o cartero"

A sus 106 años, el soberés Alfonso Llano González hace repaso de una vida intensa en lo laboral y que ha sobrellevado con buen humor y actitud positiva
El soberés Alfonso Llano, a sus 106 años.EP
photo_camera El soberés Alfonso Llano, a sus 106 años.EP

Una muy larga y provechosa existencia es la que ha tenido Alfonso Llano González, un soberés de la aldea de Vilalbade, que a sus 106 años (los cumplió el pasado mes de enero) hace un repaso de su vida sentado en una silla de la residencia de mayores de Sober en la que lleva 15 años.

Dice que hizo "casi de todo en esta vida, desde ser albañil, labrador, cazador, taxidermista, castrador de animales, cantero, fontanero, carpintero, zapatero, soldador y cartero", siempre con buen humor y actitud positiva.

Destaca también con orgullo su profesión como "mecánico en la fábrica de armas de A Coruña", reparando posteriormente piezas y escopetas de caza a nivel privado.

Es su único hijo, Pedro Llano, quien explica diferentes aspectos de la vida de su padre debido a que este padece problemas de audición y también de vista.

Dice que "siempre fue un hombre afable, honesto, de buen humor y siempre sonriente, con actitud positiva. Quizá por ello fue una persona admirada y querida por todos los que lo conocen".

Varios empleos al mismo tiempo para que su hijo estudiase

El vitalismo del centenario fue otra de sus señas de identidad, pues nunca dejó de preocuparse por mejorar, además de trabajar duramente y tener varios empleos al mismo tiempo para que su hijo Pedro pudiera estudiar una carrera universitaria lejos del entorno familiar y posteriormente formarse en idiomas en el extranjero.

Y es que Alfonso Llano le dio a su hijo lo que él no pudo conseguir en su momento, que no era otra cosa que estudiar y formarse como maestro de escuela. Era su ilusión, pero dice que lleva con orgullo todas y cada una de las profesiones que tuvo, además de sus aficiones por el dibujo y la música.

De hecho siempre tocó el acordeón, con el que animaba los cumpleaños de sus compañeros de residencia.

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