La soledad se ceba en uno de cada tres jóvenes y en el 20% de los adultos gallegos

Los datos de afectación en las ciudades duplican los de las poblaciones más pequeñas y las personas de origen extranjero padecen esta situación el triple que las nacidas en el país
La soledad no deseada afecta especialmente a los jóvenes en Galicia. AEP
photo_camera La soledad no deseada afecta especialmente a los jóvenes en Galicia. AEP

La soledad no deseada constituye un factor de riesgo para la salud mental, para la depresión y para otras patologías. Entraña también riesgos para la salud física, al favorecer, por ejemplo, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. Es, pues, una epidemia silenciosa que se cierne sobre uno de cada cinco adultos en Galicia. Se extiende especialmente sobre los mayores –afirma sentirse así el 19,9% de las personas de 55 y más años– pero, sobre todo, entre los jóvenes, ya que, entre los entrevistados de 18 a 35 años, esta tasa se dispara hasta el 35,5% del total.

El 19,8% de la población adulta que vive en Galicia se siente sola y, más aún, el 15,2% sufre soledad crónica, toda vez que arrastra esta situación desde hace dos años o incluso más tiempo. Son las conclusiones del estudio de Fundación Once y Fundación Axa, realizado en el marco del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada y presentado este miércoles en Vigo.

La muestra no es amplia –400 encuestados– pero las respuestas pueden arrojar un esbozo significativo sobre los factores que pueden originar esta situación en la comunidad, donde la tasa de afectados es pareja a la media del país pero donde se convive con la soledad durante más tiempo que en otros lugares, en vista de que la soledad crónica es dos puntos superior a la que se recoge en el barómetro estatal (13,5%).

Según las conclusiones de la encuesta, el aislamiento involuntario afecta de forma similar a hombres y mujeres. En cambio, sí se aprecian diferencias por edades: mientras que solo afecta al 12% entre los gallegos de entre 35 y 54 años preguntados, por encima de este tramo se eleva hasta un 19,9%. Sin embargo, el colectivo más damnificado es el de los jóvenes, ya que el 35,5%, uno de cada tres, reconoce sentirse solo. Son seis puntos más que la media estatal.


Urbanitas, extranjeros y pobres 

Pasando a apuntar posibles porqués, el análisis del observatorio apunta a posibles causas relacionadas con la vulnerabilidad económica y social.

Por ejemplo, explica que en Galicia la soledad no deseada es "notablemente mayor" en los hogares que llegan con dificultades a final de mes (24,9%) que en los que disfrutan de una situación más desahogada (16,5%). Con todo, esta brecha es menor que en el conjunto de España, donde el 30,1% de las personas con problemas económicos echan en falta la compañía de sus semejantes. 

Unido a ello también está el contexto laboral: las respuestas bosquejan una relación entre estar desempleado y sentirse solo en mayor medida. Las expectativas vitales tienen un efecto en la soledad.

El desarraigo y las dificultades de lograr una inclusión plena son otros elementos evidentes, dado que la mitad de las personas con origen extranjero afincadas en Galicia manifiestan sufrir soledad no deseada, el triple que los nacidos en la comunidad, que se sitúan en un 17%. 

También cuenta el entorno. Los datos muestran que quienes viven en las siete ciudades y las poblaciones de más de 50.000 habitantes tienen una mayor prevalencia de la soledad no deseada (28,2%). En municipios de entre 10.000 y 50.000 habitantes son el 12,7%. Aunque, por debajo de este tamaño, se observa de nuevo un repunte, con un 18,8% de afectados. 

La situación comienza en casa, ya que quienes viven solos lo notan cuatro veces más que los que comparten hogar, con tasas del 46,7% y el 12,5% respectivamente. Cabe recordar que, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, hay 345.912 personas que viven solas en Galicia, el 12,78% del total, con mayores tasas en el interior envejecido –en Lugo son el 14,73% de los vecinos y en Ourense el 16,14%– que en el eje atlántico –son el 12,6% en A Coruña y el 11,24% en Pontevedra–.

La tendencia que irá a más: proyecta que dentro de quince años sean casi 464.000, el 17,2%.


Un coste anual de 14,1 millones

El observatorio también tiene calculados los costes que provoca la soledad no deseada. Un estudio realizado por investigadores de las universidades de A Coruña y Vigo lo cifra en más de 14,1 millones al año en España. El cómputo procede de sumar los gastos sanitarios –consultas médicas y consumo de fármacos–, que suponen unos 6,1 millones, más las pérdidas laborales y de productividad derivadas de esta situación, que añaden otros 8 millones a la factura.

Esto se explica porque las personas que padecen esta situación presentan mayores prevalencias en enfermedades crónicas, principalmente depresión (39,3%), ansiedad crónica (37,8%) y enfermedades cardiovasculares (21,6%). El barómetro estatal destaca asimismo que cerca de la mitad de la población que sufre soledad reconoce haber tenido pensamientos suicidas o autolesivos, en una proporción casi cuatro veces superior que entre la que no la sufre.

El impacto, además, se ve agravado por el hecho de que la soledad favorece un mayor uso de los servicios de salud y sociosanitarios, especialmente cuando deriva en depresiones, agrava enfermedades o requiere cuidados sociales, advierte.

Pero este análisis cuantifica además los "costes intangibles" de la soledad, es decir, la "reducción de calidad de vida" por "el sufrimiento físico y emocional". Así, agregando el impacto de todas las personas que la padecen, cada año se pierden en el país "más de 1 millón de años de vida disfrutando de plena salud", calcula. Esto representa el 2,79% de los años de vida de plena salud totales de la población española mayor de 15 años, explica.

Hay solución

En todo caso, abre una puerta a la esperanza. El trabajo presentado este miércoles sostiene que la soledad no deseada "es un problema reversible que tiene solución" siempre que las administraciones lo consideren una "cuestión prioritaria", que incida en los factores socioeconómicos que pueden potenciar el aislamiento social, y el conjunto de la ciudadanía, "una responsabilidad compartida" que permita, por ejemplo, avanzar hacia una sociedad más inclusiva, en la que se facilite la interacción social y las relaciones personales.

Y aquí también acude a las estadísticas: el barómetro estatal expone que el 50,4% de la población se ha sentido sola en alguna etapa de su vida pero no se siente así en el momento presente.